A principios del siglo XX, como consecuencia de la guerra de la Independencia, vinieron a Mallorca una serie de intelectuales, principalmente escritores, que difundieron una nueva idea de la isla a la Europa romántica del siglo XIX. La primera referencia que haremos del siglo XIX es para el diplomático francés André Grasset de Saint Sauveur, que fue comisario de relaciones comerciales en las islas entre 1800 y 1805. Su libro Voyage dans les iles Baléares et pithiuses editado en París en el año 1807, parece escrito con la finalidad de una hipotética estrategia de carácter militar aunque contiene una
valiosa información geográfica e histórica, con interesantes comentarios y observaciones.

En el año 1837, el vapor «El Mallorquín» inauguró la primera línea regular entre Palma y Barcelona. Ello provocó que viniesen un número importante de
viajeros para conocer Mallorca, viajeros que después escribirán artículos y libros sobre la isla.
Durante 1839 coincidieron en Mallorca cuatro personajes que nos han dejado testimonios de un gran interés. Se trata de George Sand (que llego a la isla
acompañada del músico polonés Frederich Chopin), Jean-Joseph Bonaventure Laurens, Carles Dembowski y Josep Antoni de Cabanyes.

Sin lugar a dudas, la figura clave, visitante y residente en Mallorca en la segunda mitad del siglo XIX, es la del archiduque Lluís Salvador de Austria. Su
aportación al conocimiento de las Illes Balears en su conjunto superó en mucho la simple observación y divulgación, y representó un importante trabajo de conocimiento científico. Nos referimos a su obra magna, Die Balearen in Wort und Bild Geschildert, una descripción de las islas realizada con la máxima precisión y exactitud hasta en el más pequeño de los detalles.

Ya desde las propias Illes Balears el escritor y periodista Miquel dels Sants Oliver publicó una serie de artículos donde expuso y propuso el primer intento de organización del turismo en las islas, aunque sobre todo el de Mallorca. Estos trabajos (titulados genéricamente Desde mi terraza) y aparecidos en el periódico «La Almudaina» durante el verano de 1890, aportaron desde la imaginación y la  inventiva una formulación de propuestas dirigidas a los hombres de empresa de la época.
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La llegada de viajeros hizo pensar en las posibilidades de tipo económico que ofrecía el turismo, como quedó reflejado en algunos artículos y publicaciones que ponían de manifiesto este interés, siendo uno de los más importantes el escrito por Guillem Alzamora, el año 1903, titulado La indústria dels forasters, que era como se denominó «el turisme al començament de segle». Este artículo tuvo como consecuencia más inmediata la creación del Foment del Turisme de Mallorca, que tuvo una gran importancia en el desarrollo del turismo en la isla.

La Primera Guerra Mundial supuso un freno a esta expansión turística. Una vez acabada la guerra, el número de viajeros en Mallorca volvió a crecer, y ya en 1930 se consideraba el turismo como una de las actividades más importantes de la economía de Mallorca.

Se inauguraron nuevos establecimientos de hostelería por toda la isla, principalmente en Palma y en la sierra de Tramuntana, en concreto en
Sóller, Deià, Banyalbufar, Estellencs, Andratx, Peguera y Pollença, y empezaron a aparecer las primeras urbanizaciones de tipo turístico, que fueron la Ciudad Jardín, en el Coll d’en Rabassa y Cala d’Or en Santanyí.
Los turistas de aquella época se podían clasificar en tres tipos diferentes. En primer lugar, un turismo residencial de estancias largas que se alojaban en casas particulares alquiladas. En segundo lugar, un turismo de estancias cortas que se alojaban en establecimientos hoteleros y, por último, un turismo de tránsito, compuesto por viajeros de cruceros que realizaban escala en cada puerto, y que era muy importante por su poder adquisitivo.
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Destacan muchas de las publicaciones del Foment, frecuentemente acompañadas de pinturas de Erwin Hubert. Hemos querido reproducir un
fragmento del prólogo escrito el año 1932 por el presidente del Foment del Turisme, el conde de Peralada, en la obra Mallorca vista por José Maria
Salaverría.

[…]  Mallorca – se dice con frecuencia – maravilloso país sin más inconveniente que el tener que cruzar el mar para visitarlo. […]

[…] En el mar estriba precisamente el valor imponderable de Mallorca. El tener que cruzarlo para llegar a ella […]. Y después ya en la Isla, los paisajes
montañosos, tan soberbios en muchos otros países, adquieren el valor de cosa única, al estar ligados, íntimamente unidos con el mar, con este mismo mar que trae muchos extranjeros y retrae a numerosos españoles. […]

Mallorca está en deuda con Salaverría como lo está también con muchos otros escritores y artistas nacionales y extranjeros que tanto y tan brillantemente han ponderado sus bellezas divulgándolas por todo el mundo, deudas que ya que no pagadas, por resultar ello imposible, tienen al menos que ser reconocidas.

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